‒ ¡Siempre habrá un mañana!

Cuento la historia de un tigre que me he encontrado rallándolo, pasó por mi lado hace un rato loco sollozando, triste abstraído de ayeres, la cola en pedazos. Mustio, soberbio agrisado y con el bigote blanqueando. Ni un solo rugido entendí al encontrarlo, sus cuatro patas rendidas contaban los pasos. Se le había ido la vida y la fuerza agotado, cual paredón que delinea los bordes de un cuadro, arto el cristal de rencillas y el fondo explotado

– Tieso pero aún con vida y un himno cantado:

‒ Siempre habrá un mañana, uno tras otro mañana; y habrá llegado mañana, cuando me salga otra raya…

Me he encontrado esta foto del tigre entre libros de cuentas, escondida detrás de la puerta del altar de las penas, olvidada quizás por su dueña partida a otra cueva. Estropeada, gastada y con tufo como la carne vieja, encerrada en la jaula del mundo de los sueños impúdicos. Desvelado, doliente y sin rumbo cómo un animal bruto. Cual la imagen de un santo difunto en una jungla de embrujos, tirada y punto.

Entre alforjas del diván del mundo tras mil noches largas, empeñado en quedarse en mi casa porque le dio la gana, cómo sal y acides por la falta de amores del alma. Cómo yo, cómo tu, cómo él, cómo ella que escapa. Cómo tigre sediento de marcha hasta la madrugada, a la luz de una copa a la roca sobre una mesa roja. Al candor de la luna y dos sabanas tendido en la sala, la tristeza es banal y se diluye en el agua.

‒ Cual langosta a la plancha en su salsa de hembra borracha.

Cual la flor que destila la sabia de la verborragia, la nostalgia lo hace soñar con las mariposas, con la saña del raro poder del amor que se goza. Y al calor de la tentación me ha inspirado estas notas, pues la busca vagando sin rumbo esculpiendo una rosa. Con cantatas declina las lágrimas y piensa a otras horas, sin rugir se le entiende con calma entonar esta estrofa, viva hoy, libre ayer su memoria se indigna y deplora…

– Vaya quien a saber con quién habla un poeta en retorica.

‒ Siempre habrá un mañana, uno tras otro mañana; y habrá pasado mañana, cuando amanezca otra alba.

– ¡Y sé que logrará encontrarla, desempolvándose rayas!

Diseño Vincent Tessier